Comentario
Mientras los alemanes discutían o tomaban permisos, para los Aliados había llegado el gran día. A mediados de mayor Eisenhower había fijado el 5 de junio como posible Día-D, y el 1 del mismo mes como punto de partida de la Operación, que debía desarrollarse sin más en las fechas previstas. Un retraso de sólo dos semanas sería muy grave: ¿cómo volver atrás cuando comenzasen a superponerse las oleadas de asaltantes, una vez en camino? Todo parecía pender de un hilo, el meteorológico. Había que aprovechar las mareas cuando estuviesen relativamente bajas, para remover los obstáculos, pero no del todo bajas, pues entonces faltaría calado. Era bueno que no hubiese luna, pero ésta era necesaria para los ataques aéreos; hacían falta 40 minutos de luz solar para completar los bombardeos aéreos y artilleros. Y era necesario suficiente buen tiempo. Por ello, la operación tuvo que posponerse hasta el día siguiente, día 6 de junio de 1944.
Los estadounidenses de la Fuerza U (Utah) deberían penetrar en la península de Cotentin, en la zona de Carentan, al norte del río Vire. Los de la Fuerza O (Omaha), cuyo sector se dividiría en varios subsectores, deberían tender hacia Saint-Lô, para reforzar a los británicos del II Ejército. Durante el asalto serían mandados por el general Bradley; más adelante llegaría el general Patton con el III Ejército.
La Fuerza G (Gold), británica, desembarcaría en la zona de Le-Hamel-Asnelles, y se dirigiría hacia Arromanches. La Fuerza J (Juno), canadiense desembarcaría a ambos lados del río Seulles, y luego se dirigiría hacia Caen. La Fuerza S (Sword), británica, llegaría a la playa de Douvres y Quistreham y luego se movería hacia Caen.
A las 2 de la madrugada del 6 de junio de 1944 se dio la orden de partida. Entre las 4 y las 6 horas fue partiendo la flota de invasión desde el sur de Inglaterra: a los cuatro años de Dunquerke. Había comenzado la Operación Overlord.
Mientras iban acercándose a la costa, los dragaminas despejaban las vías de acceso (diez en total), globos remolcados y láminas metálicas lanzadas sobre la superficie del mar parecían, en los radares alemanes, barcos de un convoy. Interceptados los radares de Cherburgo y El Havre, se hizo creer, una vez más, a los alemanes que la flota se dirigía hacia Calais. Oleadas de aviones y barcos machacaban las defensas de artillería costera de los alemanes. Estos mostraban gran pasividad, y los navíos aliados destruidos o dañados lo fueron casi más por el viento y el mar que por los cañones enemigos. Los alemanes fueron cegados por los bombardeos, muchos de sus radares quedaron obstruidos y no pudieron interceptar a las tropas aerotransportadas, y la flota sólo fue detectada cuando ya estaba muy próxima a las playas.
Pero la primera oleada fue la de las tropas aerotransportadas. Como dice Thompson, no se ha conseguido reconstruir un modelo coherente de cómo se llevó a cabo la acción de los grupos aislados de las divisiones aerotransportadas durante aquel día, tan complejo fue el aterrizaje de los planeadores, el descenso de los paracaidistas, el reagrupamiento de las tropas y los dispersos combates.
A las 00,20 horas tocaban Francia los planeadores y los paracaidistas británicos y canadienses, con gran precisión, cerca de Bénouville, con la misión, los primeros de destruir los puentes del Orne y despejar la zona al norte de Ranville, para permitir nuevos aterrizajes de planeadores cargados con cañones, vehículos y otro equipo pesado, y los segundos, con la de destruir los puentes del Dives y las baterías de Merville y bloquear las carreteras hacia el interior. Los puentes fueron capturados intactos.
La lucha sobre las orillas del Orne terminó cuando los alemanes cedieron los bajos de Ranville. Estos se hallaban en un estado de gran confusión, sin saber cuántos enemigos se les venían encima, y pensaban que era parte del desembarco de Calais.
Por la mañana los alemanes se retiraban y a media tarde los británicos habían alcanzado sus objetivos y establecido una cabeza de puente en el Orne. Los canadienses, que habían caído muy dispersos, consiguieron al fin ocupar el bosque de Bavent, volar los puentes y la batería artillera de la zona.
En el oeste, hacia la península de Cotentin, descendían la 101.ª y la 82.ª norteamericana, cerca de Sainte-Mère-Eglise, de forma demasiado dispersa y confusa, sufriendo gran número de bajas por la reacción alemana, y perdiendo casi toda la artillería aerotransportada y gran parte del equipo, pero obligando al enemigo a mantenerse a la defensiva y creando en él, asimismo, gran confusión. La 101.ª debía capturar las salidas de los diques en la playa Utah, lo hizo y ocupó algunos pueblos, pero su desperdigamiento no le permitió reagruparse eficazmente, y pudo avanzar muy poco. La 82.ª debía limpiar la zona al oeste del río Merderet y el vértice del Douve, y aunque cayó menos disperso, sólo un regimiento pudo entrar en combate, mientras otro ocupaba Sainte-Mére-Eglise. Su situación era precaria, por haber caído cerca de la 91.ª División alemana -a cuyo jefe tuvieron la suerte de matar-. Pero la defensa alemana se había desmoronado en esta parte del frente y en el de la 101.ª, lo que repercutirá positivamente en el desembarco norteamericano en Utah. La sorpresa alemana había sido total y el mando se mantuvo dudoso hasta el final, sin hacer entrar en combate a las reservas, mientras Rommel estaba lejos... y Hitler durmiendo. Fue casi una derrota alemana, y se produjeron algunas rendiciones sin lucha y conatos de desbandada.